En un lugar tan emblemático, cinematográfico y entrañable como es la antigua fábrica de cervezas El Aguila, rebautizada con el nombre Biblioteca Regional de Madrid, está teniendo lugar un acontecimiento diferencial y que no es otro que la exposición ‘JANO. Medio siglo de carteles e ilustración’. Comisariada de forma tan magnífica como magnética por Víctor Zarza, se establece un recorrido vital y artístico por la obra de un autor que siempre estuvo en continua actividad. Es muy acertada la decisión de incluir las diferentes vertientes creativas del creador para poder establecer una semblanza de lo polifacético que era.
JANO fue autodidacta y su primera publicación data de sus cinco años en el número 25 de Macaco. El periódico de los niños. Sus lecturas, inquietudes y sus primeros escarceos en el cómic quedan patentes en aquellas páginas expuestas en las que los ecos a Flash Gordon o Tarzán hacían su aparición. Su virtuosismo es reconocible desde sus primeros trazos y en el recorrido artístico expuesto queda patente esa evolución con muestras como Ginesito en la selva, El planeta en llamas o Venganza india.
La iluminación y la disposición de la sala permite detenerse, avanzar o retroceder por esas creaciones no exentas de emotividad porque todo está unido y los detalles son muy importantes -a tener en cuenta el rostro de Landa-. Por un lado, se aprecia una foto dedicada de Eduardo Sáenz de Buruaga -gran admirador del autor-, y otra -hay más- de Fernando Fernán-Gómez que sirvió de modelo para confeccionar el cartel de ‘El capitán Veneno’. Es indispensable leer la dedicatoria.
Dentro de toda esa selección, es muy divertido asistir al cartel que aparece en la película ‘El sur’ de Víctor Erice en la que una de las niñas protagonistas contempla un cartel realizado por Jano de una película que no existe. Es brillante el juego autorreferencial. Del mismo modo, el mundo de la caricatura está presente y es una de las facetas más sobresalientes de un creador sin miedo al reto, como puede apreciarse en sus carteles teatrales o en los dedicados a cantantes, como a Raphael, o al circo. No hay fisura alguna en el trabajo de JANO.
La ilustración editorial también tiene cabida en la exposición y la dedicada al primer capítulo para la Edición Nacional del Quijote es deslumbrante. Lástima que no se llegase a publicar. La exposición apuesta por el juego imaginativo y se puede ver un autorretrato de JANO en la novela ‘El granuja’ o jugar con la portada de la novela 'El coyote', de Mallorquí. Podría interpretarse, o no, que es el propio Jano el que se ha autorretratado en la piel del Coyote. ¿Lo era?
Sus acuarelas costumbristas de un Madrid que evoca el artista merecen un buen rato de detenimiento. El nivel de detalle es fascinante. Los juegos de memoria y creación consiguen que sus trabajos sean admirables.
Hay unos documentos gráficos magníficos en el que se le puede apreciar con bigote a lo Clark Gable o trabajando en su estudio. Es entrañable verle con su equipo de colaboradores y apreciar las calles de un Madrid que ya no existe. Exposición espléndida, completa y excepcionalmente ideada, con un catálogo muy bien trabajado e ilustrado con textos tan complementarios como instructivos de Víctor Zarza y Fernando R. Lafuente. Un lujo salir de la misma profundamente enJANOnado.
IVÁN CERDÁN BERMÚDEZ
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