Ya se acaba el verano con la terrible incógnita del desconocer quién será el nuevo Bond pero sospechando de un ilusionante director y buscando películas que se estrenan en pocos cines o dependiendo de la localidad, en ninguno. Tras rastrear la cartelera se apuesta por un debut porque en ellos puede encontrarse algo distinto. Las librerías ofrecen otras novedades con resultados desiguales a excepción de la obra maestra, ‘Tren a Samarkanda’, de Guzel Yájina.
CINE
Los debuts cinematográficos siempre entrañan riesgos. En esta ocasión, una vez más, el verdadero problema de la cinta dirigida por Zöe Kravitz, ‘Parpadea dos veces’, es un tráiler grosero que contamina toda la propuesta y desvela todos los golpes que existen en la trama. ¿En qué momento se han adueñado los tráiler de todo? No son meros avances, destripan la esencia. Parece ser que esa es la clave, ir al cine sabiendo todo lo que se va a ver, lamentable. ‘Parpadea dos veces’ juega o intenta hacerlo en el terreno de las propuestas de Agatha Christie, aunque con diferencias, pero parte de la premisa de narrar sucesos en un lugar del que no se puede salir, aunque no haya detectives. No hay duda de que es una fórmula que funciona y atrae. Las supuestas casualidades, el plantel de estrellas, el lugar paradisiaco y los descubrimientos son parte del entramado. ¿Cómo alegrar una vida que está estancada? ¿Cómo jugar con el idilio sin que, aparentemente, nada suceda? Hay intrigas sugerentes -olvidemos el tráiler- que pueden generar inquietud. La desaparición, las heridas, la bebida, las drogas, las resacas encubiertas y ese mundo cíclico transformado en rutina hedonista . Como es natural, las serpientes, su veneno, el juego de la memoria y la forma de recuperarla no dejan de ser elementos que forman parte del desequilibrio emocional propuesto pero determinante en su resolución. ¿Qué sucede en las noches? ¿Por qué las uñas están sucias? ¿Por qué se sangra? ¿Por qué a uno le falta el dedo meñique? Todo tiene respuesta y tiene sentido en la estrategia de un guión divertido y espeluznante por partes iguales.
Zöe Kravitz no ofrece una dirección novedosa pero es efectiva. Conoce el lenguaje televisivo y lo pone en marcha con el aliado del montaje que, ilustra la historia con flashbacks divertidos que no dejan nada a la imaginación. ‘Parpadea dos veces’ es una historia sobre perdedores y la manipulación de unas posibilidades basadas en caprichos y divertimentos con la memoria y el olvido de por medio. El reparto funciona muy bien y todos los roles están correctamente resueltos en una historia lastrada por un tráiler demoledor. Sin verlo se disfrutará más. Un divertimento veraniego.
LIBROS
El regreso de Luis Landero con ‘La última función’ no es tan alentador como suele ser costumbre en su obra narrativa. No hay duda de que la prosa de Landero es fantástica pero la trama en esta ocasión no ofrece demasiadas cosas. Los capítulos cortos narrados desde las vicisitudes vitales de Tito y Paula es un tanto desigual. El homenaje al teatro, a los sueños rotos, al pasado cruento y a los sueños aniquilados está bien expuesto pero no posee demasiada fuerza. La cotidianidad y ese lamento por lo que fue se van desarrollando a lo largo de una estructura que incluye -cómo no- la autoficción sin que la misma contamine una propuesta bien modulada pero sin el calado de veces anteriores.
‘Las impotentes’ de Nicolás Giacobone está lejos de aquella obra maestra que escribió, ‘El cuaderno tachado’. Hay ambición en la articulación del novelista-guionista argentino pero la misma parece ahogarse en unas coincidencias que lastran mucho el resultado final. No es erróneo el oportunismo del autor al radiografiar la cultura de la cancelación y sus posibles funestas consecuencias y engaños, pero se le va de las manos. La relación de esa escritora con su protegido, no hijo, no adoptado, sí comprado y demás circunstancias puede ser sugerente pero se pierde en ese alarde de convertirse en una historia río que se queda sin afluentes. La novela tiene un exceso de páginas para que confluya la propuesta pero termina a la deriva. La mentira relacionada con la creación y la autoría sí es un punto a favor pero tampoco lo controla en su desmesura. Su escritura es ágil, como ha venido demostrando y sus diálogos también son excelentes, se nota mucho su fluidez cinematográfica, pero ‘Las impotentes’ hubiese necesitado una relectura o un trabajo de editor que puliese lo innecesario para llegar a ser la gran novela que no es pero que se intuye.
IVÁ CERDÁN BERMÚDEZ
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