CRÍTICA DE CINE
'Lobezno inmortal' (James Mangold. Estados Unidos, 2013. 126 minutos)
El primer acierto que tiene el regreso de Lobezno es el de no continuar la acción de su anterior y decepcionante parte, ‘Lobezno’, sino que da un salto y se coloca tras la tercera entrega de X-Men. Todas las referencias son llevables para un público ajeno al mundo de los mutantes. ‘Lobezno inmortal’ se adentra en la lucha de un Logan que vive en una cueva para esconderse de quién es, emulando a Zaratustra en lo alto de la montaña acosado por los recuerdos envueltos en pesadillas.
La llegada de las evocaciones del pasado con las claras imágenes de lo acontecido en Hiroshima le llevan a acudir a Japón a despedirse del hombre al que salvó la vida y que le ofrece la solución a la inmortalidad para poderse reunir con sus amores pasados. Todo es demasiado previsible en cuanto al truco del engaño y saber que hay trampa. Es lógico, es una película de superhéroes. Lo acontecido por Nolan y su trilogía de Batman ha conseguido que este tipo de películas se tomen algo más en serio y el peregrinaje emocional tome más relevancia que el de las sucesivas luchas. De la noche a la mañana, intentando cumplir una promesa, Logan se enfrenta a los Yakuza –brutal escena de pelea en lo alto de un tren a 500 kilómetros por hora-. Al combinar hábilmente el mundo onírico con el del deseo, el presente y las pesadillas, Lobezno está herido y sus heridas, al igual que las de su alma, tardan más en cicatrizar. El regreso a la mortalidad y el miedo por perder a los seres que está aprendiendo a querer hacen que Lobezno añore esa inmortalidad que ahora parece haber sido vulnerada.
Evidentemente hay otro mutante que se entromete en el aprendizaje emocional de Logan y su bella compañera nipona. El antagonista sale en las dosis justas para no entorpecer demasiado la trama. Lobezno tarda en reconocerse y en tener claro cuál es su lugar. La lucha por el poder, el desarraigo familiar, la tradición y la falta de lealtad combinan correctamente con ese Lobezno que despierta de su letargo. La dirección de James Mangold es muy habilidosa y el modo de emplear los efectos es muy interesante. El guion se ha trabajado correctamente y el centrarse en todos los miedos del aparentemente inmortal Logan ofrece el cariz necesario para que la película, en su ritmo pausado, consiga captar el interés del espectador.
Ya consiguieron los japoneses tener presencia en los grandes personajes de las megaproducciones –como con James Bond en ‘Solo se vive dos veces’- y con Lobezno no iban a ser menos. La película tiene momentos exóticos destacables y la banda sonora se ajusta con destreza en un montaje hábil y generoso en las escenas de lucha.
El último tramo de la película, aparte de predecible, se convierte en un guiño a lo que se espera de una película de estas características. La atención decae y se asiste a un final que no podría ser otro. Resulta fundamental quedarse a los créditos por unas imágenes que acontecen dos años después de lo sucedido en la película y que abren la puerta a nuevas producciones. Veremos lo que ocurre con ellas, enunciadas quedan.
IVÁN CERDÁN BERMÚDEZ
0 Comentarios